viernes, 12 de abril de 2013

Escrachando que es gerundio


La temporada perrofláutica acaba de dar comienzo. Ha sido subir las temperatura por encima de los doce grados y ya tenemos a la parroquia nachojcolarina en la calle armándola. Al ver el escrache que le montaron al PP el otro día delante de la sede genovesa me dieron ganas de ponerme en el iPod la música para los reales fuegos de artificio de Händel. Bueno, de hecho me la puse y celebré así, a distancia desde la redacción, el comienzo de una primavera callejera y protestona que promete mucho.

La situación no puede ser peor. Todo va mal en España. La mala leche es la tónica y quien más y quien menos tiene un muestrario de agravios kilométrico. El perroflautaje, siempre dispuesto a tomar la calle para hacer valer sus poderes pancartiles, sabe que ha llegado su momento y, como las aves migratorias, tiene que aprovechar la berrea al máximo. Ahora, además, tienen un enemigo bien definido al que ya han demonizado convenientemente. La perroflautada no utiliza nunca el verbo demonizar por sus connotaciones cristianas, se inclina por criminalizar, que tiene un sesgo legalista y, para que engañarnos, algo batasunoide.

Sin ir más lejos, ellos mismos llevan años quejándose de que el capitalismo “criminaliza a los movimientos sociales”. Por capitalismo hay que entender la ley monda y lironda, y por movimientos sociales hay que entender a su misma mismidad. En resumen, un grupete marxista-leninista-pensamiento Gonzalo formado por tres individuos es un movimiento social, mientras que el multitudinario Tea Party no es más que un ejército de zombies antropófagos teledirigido desde las oficinas de Merrill Lynch en Manhattan.

Criminalizados o no, el hecho es que los tenemos ya en la calle y este año van sobrados de cosas de las que quejarse. El banderín de enganche para esta temporada es lo de las hipotecas, una campaña que les ha salido a pedir de boca y que irá a más conforme se acerque el debate sobre la ILP en el Congreso. Dentro de un mes ese capullo que hoy ha eclosionado frente al cordón policial de la calle Génova será una mariposa monarca que extienda sus alas por todas las plazas del Estadospaño, que es como se dice España en perroflautés. Para entonces estaremos a pocos días del segundo aniversario del 15-M, aquel año cero del perroflautismo hispano que marca un antes y un después en esa ciencia, la perroflautología, en la que un servidor es primera autoridad nacional.

En dos años se han dado pasos de gigante. Hay todo un léxico de nuevo cuño esperando ansioso su entrada en el diccionario de la Real Academia. La última de las palabras, inventada o, mejor dicho, importada de la Argentina hace unas semanas, es escrache. Bonito vocablo que admite versiones vernáculas para las nacionalidades oprimidas del Estado (escratx, eskratxe and so on) y que es sonora y dúctil. El sustantivo pronto ha pasado a su forma verbal. Así, un escrache es lo que practica un escrachador cuando escracha las sedes del PP en su centenaria lucha contra la sinarquía fascio-judeo-capitalista, ideología perfectamente escrachable, aunque sólo sea porque no existe y esta buena gente se la haya tenido que inventar.

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