jueves, 8 de agosto de 2013

Pasando página en Andaluzuela

Dicen los sondeos que el único partido que se está beneficiando de la desbandada general es Izquierda Unida. Me lo creo. Lo bueno de ser el tercer partido en un país de dos partidos es que los bofetones siempre se los lleva otro. En Alemania pasaba eso con el FDP hace treinta años, luego llegaron Los Verdes y los comunistas del cuartel de la Stasi reciclados a toda prisa y a los liberales se les acabó un chollo del que disfrutaban en régimen de monopolio. Aquí a Izquierda Unida se le puede acabar tan pronto como el mapa político español se fragmente en más bandas de salteadores de rentas ajenas de las actualmente existentes.


Claro, que España, desgraciadamente, no es el paseo de la Castellana. En la periferia sur Izquierda Unida no es un partidillo de gente enrollada y auténtica de ética intachable que sólo piensa en mejorar la democracia rompiendo con el bipartidismo. Allá abajo, en la Venezuela ibérica, esta gente manda, y mucho. Démosle la vuelta a la frase. Lo de ahí abajo es la Venezuela ibérica porque esta gente manda, y mucho. Quizá lo mejor es que concluyamos que hace tiempo Andalucía dejó de ser tal y se convirtió en Andaluzuela, tierra mágica donde todo trinque es posible.

Pero no nos descentremos, cuando la poltrona entra por la puerta, el enrolle y la autenticidad saltan por la ventana. Miren a Valderas, un sujeto totalmente desconocido hasta el año pasado más allá de Despeñaperros pero que hoy hace de su capa un sayo. Todo gracias a la debilidad de la Pesoe local, que quedó baldada tras las últimas elecciones. Un motivo más para desconfiar de todos los que, dentro y en los alrededores de IU, juran y perjuran que a ellos nunca les corromperá el poder.

A Valderas no digo yo que le haya corrompido en el sentido estricto del término, pero sí en el moral. Decir como ha dicho que Andalucía necesita pasar página respecto la corrupción, es decir, respecto al atraco de los ERE es de una vileza tal que me cuesta encontrar un adjetivo apropiado para definirlo, tal vez ni siquiera lo haya. Es algo a medio camino entre la cara de mármol, la abyección politicoide, el desparpajo del que sabe que no tiene nada de qué temer y dos kilos de arsa quillo ariquitaun. Sospecho, además, que decir eso en Andaluzuela no tiene demasiadas consecuencias. Estos tienen al corral bien alimentado con dinero que, previamente y por la cuenta que nos trae, madrileños y catalanes hemos puesto en la caja común. Podrían, si así lo desean, salir por la tele con un antifaz vestidos de golfos apandadores y les seguirán votando.

En ciertas partes de España robar no sólo es lo habitual, e incluso lo recomendable, sino que se trata de un imperativo, algo así como una necesidad fisiológica que se ventila en la intimidad y sobre la que se pasa página tan pronto como se finiquita la tarea. Por qué, a fin de cuentas, quiénes somos nosotros, vulgares mesetarios, gentes sin civilizar, para meternos donde no nos han llamado. Pasemos página, y si es de Andaluzuela, mejor.        

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