miércoles, 4 de diciembre de 2013

Hay CIS para rato

El barómetro del CIS viene a ser hoy en España lo que fue el oráculo de Delfos en la antigua Grecia. A este santuario, que era algo así como el Vaticano del viejo mundo, acudían contritos los gobernantes para conocer de primera mano los designios de los dioses. En aquella época y en todas las que les siguieron hasta nuestros pecadores y descreídos días, las cosas no pasaban por casualidad. El orden del cosmos venía dado desde arriba. Los dioses intervenían en el acontecer de las cosas del mundo, por lo que sólo cabía impetrar clemencia y estar a bien con ellos. Hoy ya nadie cree en los dioses, como mucho en Dios y dando gracias. Los políticos, de hecho, son los que menos creen. Saben que están ahí no por voluntad divina, sino porque se las han apañado para clientelizar suficientes bocas y engañar a un mayor número de bobos que el adversario. Hoy, en definitiva, se manda cuando se ha ganado previamente la batalla de la opinión pública, que eso y no otra cosa son las democracias modernas.


El CIS pertenece al Gobierno y sus datos, para que vamos a engañarnos, no son muy de fiar. Ya se sabe que donde manda politicastro no manda funcioneta. De ahí que sea tan habitual que las siglas CIS vengan acompañadas del verbo maquillar. Lo que el CIS maquilla, se entiende, es la estadística. Lo hacen siempre a favor de quien paga, que es el Gobierno de turno. Hay ciertas cosas, eso sí, que el ni el más habilidoso tanatopractor puede disimular. Una de ellas es las preocupaciones de los españoles, es decir, lo que nos quita el sueño. A partir de aquí, de lo que el CIS denomina barómetro, se puede construir una imagen fiel de los miedos cotidianos que nos acechan. Hace unos años en cabeza solían ir temas como la inmigración o el precio de la vivienda; preocupaciones, en definitiva, propios de un país despreocupado que nada en la abundancia. Hoy, en este quinto año triunfal de lo público, los problemas de los españoles son otros. Son, por orden de importancia, el paro, la corrupción, la crisis económica y los políticos.

No hay que ser un lince para ver que el origen de todos está en la política misma. En España hay tanto desempleo porque los políticos quieren que así sea. Se niegan a hacer una reforma laboral en condiciones que acabe de una vez por todas con los privilegios de los instalados. Tampoco han hecho nada para rebajar el peso de los impuestos, tasas y cotizaciones mil que hacen que crear trabajo sea prohibitivo para las empresas. No quieren ni oír hablar de reducir el tamaño del sector público, un Leviatán que se pule la mitad de la riqueza nacional. La ecuación es simple. Cada funcionario, cada político, cada empleado de una empresa pública tiene un coste directo en el empleo privado. A más gente enchufada al presupuesto menos contribuyentes reales. El problema, y este si que es irresoluble, es que los que tendrían que acabar con esto son los mismos beneficiarios de un sistema que, básicamente, vive de la depredación del productivo. Me temo que tenemos CIS para rato.  

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